LEVANTE NO CREE EN GALACTICOS


El mismo lugar y un crimen aún peor. El Madrid de Khedira y Kaká retrocedió estrepitosamente en el Ciudad de Valencia y sufrió una de esas averías cuyo dolor no remite hasta el final. La expulsión del alemán y un penalti no señalado por Turienzo contribuyeron al malestar general que aprovechó un Levante inteligente y con oficio. El Madrid jugó mal y sin intensidad, con Cristiano y sin él, y se metió en la peligrosa dinámica de verle el dorsal al Barça.
Como en el mejor de cine de acción, género que tanto cultiva el Madrid, todo comenzó con una pelea, repleta de culpables y con un solo pardillo: Khedira. Turienzo se merendó una falta de libro a Di María, éste lo pagó con una entrada desagradable a Juanlu, Iborra tocó la cara al argentino, que se desmayó como alcanzado por un balazo en el rostro, Ballesteros se agachó para comerle la oreja y Khedira acudió puntualmente para empujarle y ganarse de manera absurda su segunda amarilla. Era el minuto 39. En este enredo se complicó el Madrid una visita que ya presumía con espinas, por el oficio del adversario, por el césped cuarentón, por la suplencia de Cristiano, por el empuje de una grada que hinchó como un pez globo al Levante.
Mourinho puso a Khedira para atender a la ortodoxia de un mediocentro puro junto a Xabi Alonso sin que haya demostración científica de que el guipuzcoano juegue peor solo que con compañía. Tampoco quedó claro en un curso de convivencia que el alemán mezcle bien con él. En partidos así, da la impresión de Xabi puede con la letra y con la música, con el corte y con la creación, sin verse desbordado por el trabajo. Esa medida precautoria de Mou, más la suplencia de Cristiano, le quitó al Madrid el punto festivo, vigoroso y loco que le daba Coentrao en el centro. Con ese estilo plano de Khedira recibió poco pero pegó muchísimo menos. Y en partidos así se pagan intereses de demora. Se alarga aburridamente el tanteo y luego hay que buscar el KO cuando apenas quedan asaltos.
El Madrid mandó pesadamente, recibió el balón como regalo y puso la dirección de obra en manos de Kaká. El Madrid necesita al brasileño porque es un activo carísimo y porque alguien debe apretar a Özil, futbolista de rentabilidad variable, con demasiados minutos valle, más de los que se asumen incluso en el caso de los artistas. PeroKaká no es ahora un jugador remolque sino, en el mejor de los casos, un buen acompañamiento. No fue el culpable pero tampoco la solución.
El Levante empleó todos los argumentos admisibles para su modestia: tuvo colocación, tiró de oficio ante el adversario y ante Turienzo, enredó el partido, se hizo el antipático en los marcajes. Terrenos todos en los que se maneja con soltura Ballesteros. Y no pasó demasiados apuros, más allá de los que se buscó Munúa, con demasiado aceite en sus guantes. Benzema tuvo las dos ocasiones más potables: una la estrelló en las piernas de Nano con Munúa rendido, otra la despachó de un voleón cuando se exigía una vaselina de precisión. Conforme pasaron los minutos, el Madrid se ahorró los intermediaros, lo que, al contrario que en el mercado, encarece mucho las operaciones.
Atascada en las trincheras la guerra convencional, el Madrid buscó el argumento nuclear de Cristiano Ronaldo como único punta. En realidad, Mourinho le ve como el mejor nueve de cuantos tiene y así lo dejó claro en la cadena de clásicos del curso pasado. Y cuando se está con diez cree imprescindible poner a un futbolista que casi vale por dos. No le costó demasiado sentar a Benzema, que pareció menos espabilado que en los últimos tiempos.
Sin embargo, la cosa fue a peor para el Madrid. También para Turienzo, que se tragó un penalti por mano innecesaria pero escandalosa de Iborra. Y el Levante fue cogiendo más cuerpo y perdiendo el miedo. Juanlu llegó a verse sólo ante Casillas, pero le faltaron lucidez y generosidad para regalarle el gol a Valdo. Cruzó demasiado su zurdazo. Pero el Madrid ya había perdido el orden y la razón y Koné se lo hizo pagar. Javi Venta le dejó el gol en bandeja y él lo firmó de derechazo descomunal. El que mandó a la lona al Madrid y del que ya no se levantaría. Un paso atrás en la lucha por la permanencia, que diría Mourinho.

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